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miércoles, 27 de noviembre de 2013

VUESTROS MICROS

Ya comenzamos  recibir los primeros...



Si pudieras dormir no tendrías que escucharme. Lo sabes, pero tus propios actos te impiden esquivar el descanso, porque has pisado a quienes confiaban en ti, has traicionado e ignorado a los que más te necesitaron. Todo por un status al que te resistes a renunciar y al que encumbras como la finalidad de tu vida. Te equivocas y también lo sabes, pobre infeliz, aunque no quieras admitirlo. Ocuparás el puesto que ansías, pero nadie creerá en ti ni te amará, porque tus conquistas piden el precio de tu alma y, cuando caigas, solo permaneceré yo para torturarte. Tu conciencia.

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<<Quizá el silencio>>

Si pudieras dormir no tendrías que escucharme.
Yo no soy como tu conciencia, tan oportuna unas veces, y tan oportunista otras.
Yo, simplemente te hablo. A veces tan solo te susurro y hasta eso te incomoda.
Pues si es tan grande tu desprecio… duerme.
Si es angustia lo que sientes… duerme.
Pero, piensa, ¿y si no fuese yo quien te habla? Haz un esfuerzo, y comprende. Se valiente, y afronta. O mejor… duerme.
No imaginaba causarte tantos desvelos. Siempre intentando cuidar de ti, guardarte… ¡Egoísta desagradecida! ¡Me decepcionas!
Mas solo tú tienes la solución. ¡Duerme!, y así, dejarás de… escucharte.

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-¡Si pudieras dormir no tendrías que escucharme decirte siempre lo mismo, pero no me haces caso, no sé qué pasa contigo que no quieres prestarme atención. ¡Lucas, vete a dormir de una buena vez!
-No hay caso mamá, tendrás que esperar un buen tiempo para que madure.
-¡No puede ser que este pequeño mocoso no me haga caso!
-Pero mamá, el veterinario dijo que los gatos cuando viven en apartamentos y pasan solos todo el día, al llegar nosotras, es normal que quiera jugar y saltar siempre.
-Tendría que haberme comprado un hámster, me voy a dormir.

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Si pudieras dormir no tendrías que escucharme paseando de un lado a otro de la habitación.
Si yo pudiera dormir contigo no estaría dando vueltas toda la noche mientras me pierdo en las espirales de mis recuerdos.
Si  yo pudiera dormir, querría decir que  ya no me acuerdo de ti aunque te tuviera al lado y que mi mente podría descansar de tanta lágrima interna que me ahoga de día y de noche.
Si al menos tuviera trabajo, podría dormir o al menos intentarlo en otro lugar.
Maldita crisis que no permite ni separarse ni deprimirse en otro sitio.

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Si pudieras dormir no tendrías que escucharme; el verdadero motivo por el que yo no duermo, es que no consigo conciliar el sueño por esas inquietudes que tu ya sabes. El verdadero motivo por el cual, tu no duermes es laboral, ya lo sé. Pero si tu pudieras dormir no tendrías que escucharme sollozar durante toda la noche. Y lo siento de verdad que sí. Porque al final de la noche tu no duermes y yo tampoco. Deberemos aprender a escucharnos mutuamente y así, llegar a conciliar ese sueño reparador y necesario.

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Sillón vacío

- Si pudieras dormir no tendrías que escucharme - susurró la anciana sosteniendo la mano de su hija.
- No digas tonterías, mamá, estoy contigo porque quiero - replicó la hija mientras se levantaba del sillón, se acercaba a la cómoda y sacaba un pastillero de uno de los cajones.

Acto seguido, tragó un Trakimazin, suspiró y volvió a sentarse junto a su madre. No aguantaba más aquella situación; sin embargo, no podía abandonarla, no después de todo lo que su madre había sacrificado por ella, para criarla. Miró el pastillero, aún en su mano, y sonrió.

- Sigue contándome, mamá, sigue contándome…

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No habrá sueños

Si pudieras dormir no tendrías que escucharme. Pudiste mover la reina pero elegiste un peón y tus sueños se quebraron, derrotados por la inconsistencia de su apoyo. La partida de la vida no tiene vuelta atrás. Has perdido y lo único que te queda es mi voz en tu conciencia que te lo recuerda cada instante: no habrá sueños.

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Toccata y fuga en mí

‘’Si pudieras dormir no tendrías que escucharme; dándole ritmo a tus latidos con mi afición frustrada de director de orquesta’’.
‘’Tampoco a mí, disfrutando con soberbia la ventaja de los irracionales: el desconocimiento de los (auto)reproches. Y eso que básicamente sobrevivimos a base de lo mismo. De esperar resignados el cariño de nuestros dueños’’

Los imagino aleccionándome cada noche, añadiendo un kilo más de prisa y prosa a mis ya densos pensamientos. Pero la ausencia de tus respiros no entiende de relojes, ni perros, ni melodías, ni sueños… ni vida.
Sólo de un monótono y extenuante silencio.

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