...cuando las tierras, los mares, los archipiélagos no habían sido todavía encerrados en sus fronteras, cuando los hombres eran libres y crueles como las aves marinas y las leyendas parecían todavía abierta al infinito.
Viaje a Rodrigues
Para aquellos que tenga alma de viajeros, entendiendo este concepto a la manera de Paul Bowles en El Cielo Protector,es decir, aquel que no pertenece más a un lugar que al siguiente
, la novela del Premio Nobel de Literatura, J.M.G. Le Clézio, será parada obligatoria. Y no porque el protagonista y su antecesor recorran las tierras en busca de ese algo indefinido que cualquier viajero pretende, sino porque el recorrido de ambos es un viaje hacia la esencia más profunda del ser humano, hacia lo mítico. Es en realidad la historia de una iniciación, en la que el autor descubre el placer de la búsqueda en sí misma.
Los papeles rescatados del abuelo que pasó gran parte de su vida en Rodrigues, tomando como excusa descubrir el tesoro de un pirata, dan alas al nieto para retomar ese viaje al inhóspito lugar que es la isla: un pedazo de tierra sin playa, donde los acantilados caen en picado al mar que cientos de viajeros contemplaron antes que ellos. Un lugar que no es para el hombre, tomando a éste como continente, pero es ideal para su contenido, que es el alma. Es un sueño, como todo viaje, y como el fin de éstos es triste, porque es el fin de los sueños.
Gracias a mi hermano por descubrirme esa "otra orilla".
J. M. G. Le Clézio escribió este Viaje a Rodrigues tras la publicación de El buscador de oro.Rodrigues es una pequeña isla del archipiélago de las Mascareñas, pero Le Clézio confiesa que a su llegada quedó totalmente seducido porque es «un lugar infinitamente salvaje, no es un lugar hecho para el hombre». Ahí, en ese universo volcánico y mineraldescubre correspondencias entre la topografía de la isla y las constelaciones, y adivina en esa coincidencia un componente mítico. Rodrigues, donde supuestamente se esconde el tesoro de un corsario, guarda muchos otros secretos quer etienen para siempre a sus visitantes. Ya su abuelo había intuido en ella la armonía del mundo...
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