Estos son los microrrelatos participantes:
Manos
"Sonó, casi de inmediato, el móvil de la chimenea, sus manos artríticas intentaban descolgarlo. Aquellas pequeñas teclas no estaban hechas para ella.
"Maldita tecnología" susurraba entre dientes.
Cuando finalmente consiguió pulsar el minúsculo botón verde y llevárselo a la oreja, solo consiguió oír el frío pitido de teléfono comunicando.
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Sonó, casi de inmediato, el móvil de la chimenea. Era ya muy tarde, demasiado, pero el fuego aún ardía con intensidad.
Sus manos sudorosas descolgaron con ansiedad.
Eran aquellos extraños ruidos de nuevo, habían vuelto, no iban a dejarle. La presión era insoportable.
Las sirenas de las ambulancias acompañaban el amanecer, las cortinas del balcón se agitaban al viento, en la chimenea apenas unos escollos.
En el suelo el móvil sonaba de nuevo, no habría respuesta alguna.
La última llamada
Sonó, casi de inmediato, el móvil de
la chimenea. Desde el suelo escuchó las estridentes notas de Hermann
y a punto estuvo de soltarse a reír. Lo hubiera hecho, pero el lado
izquierdo de su boca llegaba ahora hasta la sien. Pensó que, de
hecho, aquella carnicería podría asemejarse a una sonrisa. Nunca
llegaría a descolgar el maldito teléfono, pero con el último
suspiro deseó haber tenido tiempo para hablar con ella, su hermana.
Había prometido llamarlo desde el aeropuerto.
Parkinson
Sonó, casi de inmediato, el móvil de la chimenea. Un agente llamaba para dar la noticia.
El tono pegadizo que su hijo le había configurado actuaba de alarma. Muy adentro su mente le había ordenado dejar de mecerse.
Canturreó un instante la melodía. Pasado un segundo su cuerpo reinició el movimiento armónico, mientras acariciaba al gato en su regazo.
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Sonó, casi de inmediato, el móvil de la chimenea. No esperaba visitas, ni mucho menos llamadas. Tenía todo planeado, era cuestión de tiempo para hacer las cosas bien. Nadie lo descubriría. Menos el pesado policía que acababa de llamar. La quemare muy lentamente en la chimenea y nadie lo sabrá jamás. Confundiré el olor con mis productos de limpieza. Siempre dije que crear fragancias era el mejor trabajo del mundo. Ellos me engañaron, pero yo lo haré mejor. Pensaron que nunca descubriría su farsa, pero soy más listo, nadie me llevara a la fuerza a ese hospital mental. Jamás.
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Tecnología
Sonó, casi de
inmediato, el móvil de la chimenea. Yo, que nunca he rezado, lo hice
entonces. El maldito chisme, regalo de mi amante esposo, era lo
último en telefonía. Cuando me lo dio, me dijo que así nunca me
perdería de vista, que podría contemplar mi sonrisa con una simple
llamada.”Con esta pequeña cámara, nena, podré verte estés donde
estés”. Sonreí, fingiendo que me encantaba. Habría preferido un
clásico ramo de rosas rojas. Como el que adorna la chimenea mientras
recupero la respiración después de amar a Héctor.
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